lunes, 4 de agosto de 2014

El Titanic y La Reserva Federal

"Si no conocemos el pasado, no podemos entender el presente y no podemos prepararnos para el futuro."



Cuando pensamos en lo ocurrido en la historia, en los últimos cien a doscientos años, hay ciertos sucesos que se distinguen por haber sido de mayor horror, gran sorpresa y gran tristeza. De los muchos que vienen a mi mente, unos de los más devastadores han sido, la destrucción del World Trade Center, en la ciudad de Nueva York, y el hundimiento del Titanic.
Las más grandes tragedias de los últimos doscientos años, así como muchos antes también, pueden ser atribuidas sin dudas, a los Jesuitas.
Algunas personas saben hoy día, que los Jesuitas planificaron y llevaron a cabo el hundimiento de Titanic. En este artículo mostraré porque lo hicieron.

Desde el principio de los años 1830, América no tenía un Banco Central. Los Jesuitas deseaban desesperadamente un Banco Central en América, para poder poseer una reserva sin límites, para sus muchas guerras y para otras tramas ocultas alrededor del mundo.
En el 1910, 7 hombres se reunieron en la isla de Jekyll, en la costa de Georgia, para establecer un Banco Central, al que llamaron el Banco de Reserva Federal. Esos hombres eran Abram Piatt Andrew, subsecretario del tesoro, el senador Nelson Aldrich y Frank A. Vanderlip, ambos representando al imperio de los Rockefeller; Henry P. Davidson, Charles Norton y Benjamín Strong, representando a J.P. Morgan; Paul Warburg, representando a la dinastía banquera europea de los Rothschild.
Los Rothschild habían sido anteriormente los agentes banqueros que sirvieron a los papas jesuitas guardando la llave de la arca de riquezas de la Iglesia Romano-Católica.
Los Morgan eran competidores amigables con los Rothschild y llegaron a ser muy unidos socialmente con ellos. La compañía Morgan en Londres, había sido salvada de la ruina financiera en el año de 1857 por el banco de Inglaterra, sobre el cuál los Rothschild tenían una gran influencia. Luego, Morgan parecía haber sido un agente financiero de los Rothschild e hizo todo lo posible por aparentar ser completamente americano...
“Su entrada en ese campo bancario tipo Rockefeller no fue recibida con beneplácito por parte de Morgan, por lo que se convirtieron en competidores feroces. Finalmente, decidieron dejar de luchar y comenzar a compartir aventuras. Así que trabajaron juntos para crear un cartel nacional llamado el Sistema de Reserva Federal.” G. Edward Grifn, The Creature from Jekyll Island, American Opinion Publishing, p.209 (énfasis añadido).

Estas tres familias financieras, Rothschild, Morgan y Rockefeller quienes estaban al orden de los Jesuitas, ya que los Jesuitas se habían infiltrado en sus organizaciones, hacían lo que fuese necesario para destruir las libertades constitucionales en América y para lograr que el papa dominara el mundo.
Si miramos hacia atrás al siglo veinte, podemos ver cuan exitosos han sido los Jesuitas.
Pero en aquel entonces, ellos estaban creando el Sistema de Reserva Federal. Los Jesuitas le ordenaron a J. P. Morgan construir el Titanic.
Ese barco supuestamente “indestructible” sirvió como el barco en el que encontraron la muerte aquellos que se oponían a los planes de los Jesuitas para establecer un Sistema de Reserva Federal.
Esos hombres ricos y poderosos que se oponían, podían haber bloqueado el establecimiento de la Reserva Federal y su poder y riqueza, serían arrebatados de las manos de los jesuitas.
Ellos debían ser destruidos por medios tan absurdos, que nadie sospechara que habían sido asesinados y nadie sospecharía que habían sido los Jesuitas. Y el Titanic fue el vehículo de su destrucción.

Para poder proteger al Papado y a los Jesuitas de cualquier sospecha, muchos irlandeses, franceses y romano-católicos italianos, fueron invitados a emigrar al Nuevo Mundo, a bordo del Titanic. Eran personas prescindibles, que podrían morir sin que se considerase sus muertes como algo importante.
Los Protestantes de Belfast que querían emigrar a los Estados Unidos fueron invitados también a bordo del barco.
Todos los hombres ricos y poderosos de los que los Jesuitas querían deshacerse fueron invitados a bordo del barco.
Tres de los más ricos y poderosos de estos fueron, Bejamin Guggenheim, Isador Strauss, el propietario de las tiendas por departamento Macy’s y John Jacob Astor, posiblemente el hombre más rico del mundo. El total de sus riquezas en aquella época haciendo uso del valor del dólar en ese momento era de más de 500,000,000 de dólares. Hoy día esa cantidad de dinero tendría un valor de 11 billones de dólares.
Estos tres hombres fueron animados a subir en el “Palacio Flotante”.
Deberían ser destruidos, porque los Jesuitas sabían que ellos utilizarían sus riquezas y sus influencias para oponerse al Banco de Reserva Federal y también se opondrían a las varias guerras que se estaban planificando.

Edward Smith era el capitán del Titanic. Él había navegado en las aguas del Atlántico Norte, por veintiséis años y era considerado el más famoso maestro de las rutas del Atlántico Norte. Y él había trabajado con el Jesuita J. P. Morgan por muchos años.
Edward Smith, era un ‘jesuita laico’. Esto significa que no era un sacerdote, pero que sí, era un jesuita “de sotana corta”. Los jesuitas no son necesariamente sacerdotes. Aquellos que no son sacerdotes le sirven a la Orden a través de su profesión. Cualquiera puede ser un jesuita y su identidad no ser conocida. Edward Smith, le sirvió a la orden de los jesuitas en su profesión de Capitán de Mar.
Existen muchos puntos interesantes acerca del Titanic y unos se discuten en un video hecho por Nacional Geopgraphic en el 1986. El documental se titula, The Secrets of the Titanic.
Cuando el Titanic partió de la parte sur de Inglaterra el 10 de abril de 1912, Frances Browne, el maestro jesuita de Edward Smith, abordó el Titanic. Este hombre era el jesuita más poderoso en toda Irlanda y respondía directamente al General Supremo de la Orden Jesuita en Roma. El vídeo declara:
“Un sacerdote en vacaciones, el Padre Francis Browne, obtuvo varias fotos “calientes” de sus compañeros a bordo, la mayoría de ellos de viaje a la eternidad. Al día siguiente, el Titanic hizo su última parada en la costa del pueblo de Queens, Irlanda. Allí varias personas trajeron al barco a los últimos pasajeros; la mayoría, emigrantes irlandeses que buscaban establecer sus nuevos hogares en América.
Y allí desembarcó el afortunado Padre Browne... El Padre Browne vio al capitán Smith mirando desde la proa del Titanic, al borde de su destino final.” The Secrets of the Titanic, National Geographics video-casete, 1986, [minuto 6:45 n.t.].

“Aquí se muestra la maldad de los Jesuitas al máximo. El párroco
(Francis Browne), abordó el Titanic, fotografió a las víctimas, y posiblemente le recordó al capitán acerca de sus juramentos como jesuitas, y a la mañana siguiente lo despidió.” Eric J. Phelps, Vatican Assasins, [Los Asesinos del Vaticano n.t], Halycon Unified Services, p. 427.

Browne revisó con Edward Smith por última vez en cuanto a lo que tenía que hacer en las aguas del Atlántico Norte. El General Jesuita le dijo a Francis Browne lo que iba a suceder; Browne se lo dijo a Smith y el resto… es historia.

“Edward Smith creía que el General Jesuita... era el dios de la Sociedad, y que nada, sino su toque eléctrico, podría activar sus cuerpos muertos y crear en ellos vida y acción. Hasta que él no habla ellos son como serpientes enredadas en sus frías tumbas, sin vida e inactivos; pero en el momento en el que él da la orden, cada miembro se levanta inmediatamente, dejando todo lo que hubiesen estado haciendo incompleto, preparados para asaltar al que se les requiera asaltar y golpear dondequiera que se le pida que lo haga.” R. W. Thompson. The Footprints of the Jesuits, [Las Huellas de los Jesuitas n.t.], Hunt & Eaton. pp. 72,73.

A Edward Smith se le ordenó hundir al Titanic y el lo hizo tal y como le fue ordenado hacer.

“Por el mandato de Dios (el General Jesuita), es legal matar a los inocentes, robar, cometer cualquier maldad, porque él (el Papa), es el dios de la vida y de la muerte y de todas las cosas; Por lo tanto, nuestro deber es cumplir con sus mensajes.” W. C.Brownlee. Secret Instructions of the Jesuits, [Las Instrucciones Secretas de los Jesuitasn.t], American and Foreign Christian Union. p 143.

“No hay ningún informe en la historia de una asociación cuya organización haya prevalecido por 300 años, sin cambio y sin alteración, a pesar de los ataques de los hombres y los tiempos, y que haya ejercido tan inmensa influencia sobre los destinos de la humanidad... ‘El fin justifica los medios’, es su frase favorita; y como su único medio, como hemos mostrado, la orden está dispuesta a cometer cualquier tipo de crimen.” G.B.Nicolini, La Historia de los Jesuitas, Henry G. Bohn, pp. 495, 496
(énfasis añadido).

Recordemos parte del juramento que cada persona tiene que hacer para formar parte de la Orden Jesuita:
“Debo considerar mi cuerpo, como un cuerpo muerto, sin voluntad o inteligencia, como crucificado, quien se entrega sin resistencia a la voluntad de aquel que lo maneja con una vara en su mano, quien la usa como se lo requiere y como mejor le plazca.” R.W. Thompson, The Footprints of the Jesuits, Hunt & Eaton, p. 54.

Cuando una persona hace el Juramento de Lealtad jesuita, está atado a su amo hasta el día de su muerte. Edward Smith se había convertido en un hombre sin voluntad y sin inteligencia. Él hubiese cometido cualquier crimen que la orden le ordenara cometer. A Edward Smith se le había requerido que actuara como mártir.

A bordo de Titanic esa noche, Edward Smith sabía cuál era su deber. Él estaba bajo juramento, y el barco se había construido para los enemigos de la Orden.

Luego de tres días en el mar, con sólo un par de binoculares para ver en la proa, Edward Smith aceleró el Titanic a su máxima velocidad, a veintidós nudos de velocidad, en una noche oscura en un océano completamente lleno de hielo en un área de 80 millas cuadradas.
Edward Smith hizo todo esto a pesar de que había recibido por lo menos ocho telegramas, que le advertían navegar más despacio, ya que estaba navegando demasiado rápido.
Pero, ¿necesitaba Edward Smith avisos? No. Él había navegado esas aguas por veintiséis años. Él sabía que había “icebergs” en esa área. Y muchos. Pero ocho avisos telegráficos, no podían detener a ese hombre, que estaba sometido bajo el Juramento de Lealtad jesuita y bajo órdenes específicas de destruir el Titanic.
Resultaba absurdo hacerle repetidas advertencias al Capitán Edward Smith, en cuanto a reducir la velocidad del Titanic en la noche de la tragedia; era algo que parecía absurdo. El hecho de que Smith nunca escuchó las advertencias resulta loco. A él le había impartido órdenes, su “dios” del Vaticano, y nada le haría retroceder.

Las enciclopedias muestran una imagen trágica de Smith en sus últimos momentos. En el momento en que vino la orden de bajar los salvavidas, Smith dudó y uno de sus ayudantes tuvo que enfrentarse con él para que diera la orden. Las destrezas legendarias de liderazgo de Smith parecían haberlo abandonado; curiosamente estaba indeciso y demasiado cauteloso en esa noche fatal.
¿Podrían ser los anteriores adjetivos los que describan a un legendario Capitán marino con veintiséis años de experiencia, o son las palabras que describen a un hombre que estaba luchando en su mente, en cuanto a si debía cumplir con su deber como capitán marino, u obedecer a su amo quien le había ordenado hundir el barco?

La esposa de John Jacob Astor subió a un bote salvavidas y sobrevivió, mientras su esposo murió en las aguas heladas del Atlántico Norte.
Por “casualidad”, no había suficientes botes salvavidas y muchos de ellos estaban sólo llenos a la mitad de su capacidad con niños y mujeres. Para prevenir que otros barcos que pudiesen estar cerca, respondieran prestando ayuda, los cohetes que se disparaban para pedir ayuda eran blancas, cuando deberían haber sido rojas. Los cohetes blancos significaban que estaban teniendo una fiesta.

Una de las más grandes tragedias del siglo veinte, el hundimiento del Titanic, se encuentra ligada directamente con la Orden de los Jesuitas. El barco que supuestamente era indestructible, el “Palacio Flotante”, fue construido para convertirse en la tumba de los ricos que se oponían al Sistema de Reserva Federal. Para el 9 de abril de 1912, se eliminaron todas las oposiciones que había a la creación de la Reserva Federal. En diciembre de 1913, surgió el Sistema de Reserva Federal en los Estados Unidos.

Ocho meses después, los Jesuitas tenían fondos suficientes a través del Banco de Reserva Federal, para comenzar la Primera Guerra Mundial




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