Son pocos los que conocen en realidad a "los Jesuitas". El peligro que esta Sociedad Secreta presenta para el
mundo, sólo puede ser comprendido claramente después de mucha investigación,
estudio serio y... riesgo personal. Una vez tomada la decisión pertinente, de
investigar el asunto, uno puede encontrar evidencias incontestables de que esta
sociedad religiosa es en realidad una organización militar (una orden militar),
representando el mayor peligro para la libertad religiosa y política para la
sociedad actual y en general, para la humanidad.
El nuevo jefe religioso (¿mundial?), el sr. Jorge
Mario Bergoglio es, jesuita.
En esta pequeña foto se puede apreciar (por la cruz
roja de los templarios), a quién se subordinan todas las Ordenes Secretas
(Templarios, de Malta, de Colon, etc.). Todos son parte del mismo bando. La
diversidad de sociedades, grupos, organizaciones, asociaciones, y otras
instituciones, tiene como propósito hacer que los investigadores, o las
personas que desean conocer algunos datos más "íntimos" pierdan
"la huella del venado" enredados en documentos y contradicciones
históricas. Pero con paciencia, perseverancia y atención, se pueden encontrar todos
los datos necesarios para convencerte del peligro.
Pero lo que pocos saben, es que en realidad, el jefe del papa y del Vaticano, es el General Supremo de los jesuitas, (actualmente el sr. Adolfo Nicolás), llamado familiarmente el "Papa Negro"; primero, por ser el jefe directo de la Orden Jesuita (el General Supremo), y segundo porque no importa quién sea papa (así como no importa quién sea el General Supremo), ese (el papa) siempre será una marioneta, un "personaje publico“, una especie de sumiso "portador de voz“"del Papa Negro.De defensor del papado, el General de los Jesuitas, se convirtió en dirigente del papado.
Las
personas deberían estar hoy día muy preocupadas por el futuro (muy
próximo) suyo y el de sus seres queridos.
Para
poder tener en la mente "una imagen" real de los individuos que forman esta
Sociedad Secreta, vamos primero a leer algunas lineas del Juramento de Lealtad, que el
novato tiene que hacer antes de integrarse en las filas de los más perversos
asesinos de la historia de la humanidad. Tengo que especificar también, que los
jesuitas no tienen que ser necesariamente sacerdotes. Aquellos que no son
sacerdotes, sirven a la Orden a través de su profesión. Cualquiera puede ser un
Jesuita y su identidad no ser conocida. Los jesuitas no-sacerdotes, se llaman "jesuitas laicos",
o "jesuitas de sotana corta", y son igual de fieles y sumisos al General Supremo,
quien es su dios y prestan el mismo juramento de lealtad.
JURAMENTO DE
LEALTAD
"Yo…...............................ahora frente al Todopoderoso
Dios, la Bendita Virgen María, el Bendito San Juan Bautista, los santos
Apóstoles, mi Padre Espiritual el General Superior de la Sociedad de Jesús,
fundada por San Ignacio de Loyola, en el Pontificado de Pablo Tercero y
continuando hasta el presente, por el vientre de la Virgen, la Matriz de Dios,
y la vara de Jesucristo, declaro y juro que Su Santidad el Papa, es el Vicerey
de Cristo y es el verdadero y la única cabeza de la Iglesia Católica o
Universal por toda la tierra; y por virtud de las llaves de atar y soltar dadas
por su santidad mi Salvador, Jesucristo, él (el papa) tiene poder para
destronar herejes, ya sean reyes, príncipes, Estados, Naciones, y Gobiernos y
ellos sean ciertamente destruidos.
Por lo tanto al extremo de mi poder, yo
defenderé esta doctrina del derecho y costumbre de Su Santidad contra todos los
usurpadores o autoridades Protestantes cualesquiera, especialmente la iglesia
Luterana de Alemania, Holanda, Dinamarca, Suecia, y Noruega y la ahora
pretendida autoridad de las iglesias de Inglaterra y Escocia, y las ramas de la
misma, ahora establecidas en Irlanda y en el Continente de América y en
cualquier otro sitio, y todos sus adherentes en consideración que ellos sean
usurpados y herejes, oponiéndose a la Madre Iglesia de Roma.
Yo ahora denuncio y reniego cualquier
lealtad dada a cualquier rey hereje, príncipe, o Estado, llamado Protestante, o
Liberales, u obediencia a cualquier otra ley, magistrados y oficiales.
Además declaro que la doctrina de las
iglesias de Inglaterra y Escocia, de los Calvinistas, Hugonotes, y otros del
nombre de Protestantes o Masones son malditos, y ellos mismos sean malditos
quienes no renuncien a las mismas.
Además declaro que ayudaré a asistir,
y aconsejar a todos o a cualquiera de los agentes de Su Santidad en cualquier
lugar donde yo esté, en Suiza, Alemania, Holanda, Irlanda o América, o en
cualquier otro reino o territorio, vendré para y haré lo máximo para extirpar a
las doctrinas herejes Protestantes o Masonas y destruir todos sus falsos
poderes, legales o al contrario (ilegales).
Además prometo y declaro que, no
obstante, me permitiré asumir cualquier religión hereje, para la propagación de
los intereses de la Madre Iglesia de mantener secreto y privado todos los
consejos de tiempo en tiempo de sus agentes, como ellos me los confíen y a no
divulgar, directamente o indirectamente, por palabra, escritura, o
circunstancias cualesquiera sin ejecutar todo lo que debe ser propuesto, dado a
cargo o descubierto a mí, por él, por ti Padre Espiritual (papa), o cualquier
otra orden secreta.
Además prometo y declaro que no tendré
opinión o voluntad mía propia, o ninguna reserva mental fuere lo que fuere, aun
como un cuerpo y cadáver, sino sin vacilar obedeceré todas y cada orden que yo
pueda recibir de mis superiores en el servicio del Papa y de Jesucristo.
Declaro que iré a cualquier parte del
mundo dondequiera que sea enviado, a las regiones congeladas del norte, selvas
de la India, a los centros de civilización en Europa, o a las persecuciones
salvajes de los bárbaros salvajes de América sin murmuraciones ni
lamentaciones, y seré sumiso en todas las cosas que fueran comunicadas a mí.
Además prometo y declaro que, cuando la
oportunidad se presente, voy a preparar y hacer implacable guerra, secreta o
abiertamente contra todos los herejes, Protestantes y Masones, como he sido
ordenado hacer; extirparlos de la faz de toda la tierra; y que no perdonaré ni
edad, ni sexo o condición, y que ahorcaré, quemaré, destruiré, herviré,
despellejaré, estrangularé y enterraré vivos a estos infames herejes; rasgaré
los estómagos y las vientres de sus mujeres, y machacaré las cabezas de sus
bebes contra la pared, para poder aniquilar su execrable raza.
Que cuando esto mismo no pueda ser hecho
abiertamente, yo secretamente usaré la copa de veneno, la cuerda de
estrangulación, el acero de la daga, el plomo de la bala, sin importar el
honor, rango, dignidad, o autoridad de las personas, cualquiera que sea su
condición en la vida, ya sea pública o privada, puesto que en cualquier momento
yo pueda ser ordenado hacerlo por los agentes del Papa, o el superior de la
Hermandad de la Sociedad de Jesús (el general - el papa negro n.t.).
En confirmación de lo cual yo por la
presente dedico mi vida, alma, y todos los poderes corporales, y con la daga la
cual ahora recibo, suscribiré mi nombre, escrito con mi sangre, como testimonio
de lo cual si soy probado falso o débil en mi determinación, que mis hermanos y
compañeros soldados en el servicio del Papa, corten mis manos y pies y mi
garganta, de oreja a oreja, abran mi panza y azufre queme dentro de mí con todo
el castigo que pueda ser infligido sobre mí en esta tierra y mi alma sea
atormentada por los demonios en el infierno eterno para siempre.
Declaro que cuando vote, siempre votaré
por un Caballero Católico en preferencia a un Protestante, especialmente un
Masón, y que yo dejaré mi partido para hacerlo; que si dos Católicos están en
la candidatura me aseguraré cuál es el que mejor apoya la Madre Iglesia y
votaré en consecuencia.
Que no trataré y no emplearé a un
Protestante si está en mi poder tratar o emplear a un Católico. Que pondré las
niñas católicas en las familias Protestantes, para que un reporte semanal sea
hecho de los movimientos internos de los herejes para ser preparado cuando se
me llame, o se me ordena defender ya sea la iglesia como individuo o con el
servir al Papa.
Todo lo cual
yo,…..........................juro por la bendita Trinidad y bendito Sacramento
el cual ahora voy a recibir para desempeñar y en todo cumplir éste, mi
juramento.
En testimonio del presente documento,
yo tomo este el más Santo y Bendito Sacramento de la Eucaristía y atestiguo al
mismo más adelante con mi nombre escrito con la punta de esta daga mojada con
mi propia sangre y sellado a la luz del Santo Sacramento."
El
original ingles aquí:
http://www.biblebelievers.org.au/jesuits.htm
Bastante sombrío y nada "Cristiano" este juramento de un jesuita católico, ¿no?
A
lo largo de la historia mucha gente ha hablado y escrito acerca de la infernal
reputación, la historia y la naturaleza política de la Compañía de Jesús.
Averigüemos
lo que tienen que decir algunos conocidos autores, historiadores y otras
personalidades del mundo político/religioso, en esta recopilación de citas de la historia:
Hector Macpherson, The Jesuits in History (Edinburgh: Macniven and Wallace, 1914, pág. 148:
„El
Jesuitismo es el poder detrás del trono papal. La presencia de los jesuitas en
cualquier país, romanista o Protestante, señaló en una ocasión lord Palmerston:
"Es probable que sea la futura fuente de perturbación social". Así de
destructiva fue la Compañía de Jesús, que resultó ser expulsada nada menos que
setenta veces de los países que han sufrido debido a sus maquinaciones
(Francia, España, Portugal n.t.).“
El Papa Clemente XIV, (él había abolido por decreto papal la Orden Jesuita), dijo antes de ser asesinado por los jesuitas, en 1774:
„¡Ay!,
yo sabía que ellos me pueden envenenar, pero no esperaba
morir de esta manera, lenta y cruel“.
John Adams (1735-1826; el 2do Presidente de los Estados Unidos):
„¿No
tenemos montón de ellos aquí, en tantos disfraces como sólo un rey de los
gitanos puede asumir; disfrazados como pintores, editores, escritores, y maestros
de escuela? Si alguna vez hubo un grupo de hombres que merecen la condenación
eterna en la Tierra y en el infierno, es esta Sociedad de Loyola.”
Eric Jon Phelps, investigador y autor del libro, Los Asesinos del Vaticano, (2001):
“El valiente Presidente de México, Benito Pablo Juárez, era el enemigo más temido de la Compañía de Jesús porque odiaba el poder del Césaro Papal de Roma. Él ha expulsado de México a 200 sacerdotes jesuitas ... En 1872 murió en su escritorio, víctima de la copa de veneno.”
Edwin A. Sherman (ex-masón 32º), autor de The Engineer Corps of Hell, 1883 (El Cuerpo de Ingenieros del Infierno), pág.92:
“Los asesinos de San Bartolomé, los inquisidores, es decir, los jesuitas, no son monstruos malignos producidos por la imaginación, sino que son los aliados naturales del espíritu de las tinieblas y de la muerte, presentes y muy activos en nuestra sociedad; la Religión de Cristo, todo lo contrario, es la revelación sublime de la vida y de la luz.”
Pastor Roberto Jefferson
Breckinridge, autor del libro, Papism in the XIX Century, in the United States, D.
Owen, 1841 (El Papismo en el siglo 19 en EEUU):
“La
Compañía de Jesús es el enemigo del hombre. Toda la raza humana debe unirse
para su derrocamiento. Tierra y Cielo deben regocijarse juntos sobre su tumba.
Porque no hay alternativa entre su extirpación total, o la corrupción y degradación
absoluta de la humanidad.”
Wayne Laurens, autor de, La Crisis en Estados Unidos: o los Enemigos de América Desenmascarados, GD Miller, 1855, EEUU:
„Son jesuitas. Esta sociedad de hombres, después de ejercer su tiranía por más de doscientos años [en 1855 n.t.], por fin se hizo tan formidable para el mundo, amenazando la subversión completa de todo orden social, que incluso el Papa cuyos son dedicados hasta la muerte, y deben serlo por el voto de la Sociedad, se vio obligado a disolverlos [el Papa Clemente XIV suprimió la Orden de los Jesuitas en 1773, lo que causó su asesinado n.t.].
Sin embargo, no habían sido suprimidos; desde hace cincuenta años, cuando empezó a declinar la influencia del
Papado, su despotismo exigió sus labores útiles, para resistir a la luz
de la "libertad democrática“, y el Papa [Pío VII] simultáneamente con la
formación de la Santa Alianza [en 1815] reavivó la Orden de los Jesuitas y les
devolvió todo el poder... Son una Sociedad Secreta, una especie de orden
masónica con las características súper añadidas de odiosidad repugnante y mil
veces más peligrosos.
Ellos no son meramente sacerdotes o
creyentes religiosos, sino que son comerciantes y abogados, editores, y hombres
de cualquier profesión, al no tener una emblema exterior por la que pueden ser
reconocidos; existen a todos los niveles en vuestra sociedad. Pueden asumir
cualquier personaje, el de los ángeles de luz, o ministros de oscuridad, para
lograr su único gran final...
Todos ellos son hombres educados,
preparados y jurados a actuar en cualquier momento y en cualquier dirección, y
para cualquier servicio, comandados por el General de la Orden, sin relaciones
familiares, comunidad o país, o lazos comunes que unen a los hombres normales,
vendidos por toda la vida a la causa del Pontífice Romano.“
Luigi
DeSanctis, (Censor Oficial de la Inquisición; 1852):
“Todas estas cosas, hacen que el Padre-General [de los jesuitas n.t.] sea temido por el Papa y por los soberanos ... Un soberano que no es su amigo, tarde o temprano experimentará su venganza.“
J.E.C. Shepherd, (historiador canadiense n.t.), autor del libro El Complot Babington: La Intriga Jesuita en la Inglaterra de Elizabeth (la reina n.t.), Toronto, Canadá: Publicaciones Wittenburg, 1987:
"El término „Jesuita“, se ha convertido en sinónimo de términos como el engaño, la argucia, la infiltración, la intriga, la subversión ... muchos jesuitas organizados han sido justamente descritos como pérfidos, traicioneros, seduciendo a muchos en el servicio del Pontífice Romano, lejos de la lealtad nacional ..."
Ellen G. White, autora del libro, The Great Controversy (Pacific Press Publishing, 1911), 234-235: (traducido al español y a otros 190 idiomas. Descargar aquí formato ePub (para otros idiomas escribir a klaudiopopa@gmail.com):
„En toda la Cristiandad, se veía amenazado
el Protestantismo por formidables enemigos. Pasados los primeros triunfos de la
Reforma, Roma reunió nuevas fuerzas con la esperanza de acabar con ellos.
Entonces fue cuando nació la orden de
los jesuitas que iba a ser el más cruel, el menos escrupuloso y el más
formidable de todos los defensores del papado. Libres de todo lazo terrenal y
de todo interés humano, insensibles a la voz del afecto natural, sordos a los
argumentos de la razón y a la voz de la conciencia, ellos no reconocían otra ley, ni más sujeción que las de su orden, y no tenían más preocupación que
la de extender su poder.
El Evangelio de Cristo había capacitado
a sus adherentes para arrostrar los peligros y soportar los padecimientos, sin
desmayar por el frío, el hambre, el trabajo o la miseria, y para sostener con
firmeza el Estandarte de la verdad frente al potro, al calabozo y a la hoguera.
Para combatir contra estas fuerzas divinas, el
jesuitismo inspiraba a sus adeptos un fanatismo tal, que los habilitaba para
soportar peligros similares y oponer al poder de la verdad, todas las armas del
engaño. Para ellos, ningún crimen era demasiado grande, ninguna mentira
demasiado vil, ningún disfraz demasiado difícil de llevar. Ligados por votos de
pobreza y de humildad perpetuas, estudiaban el arte de adueñarse de la riqueza
y del poder, para consagrarlos a la destrucción del Protestantismo y al
restablecimiento de la supremacía papal.
Al darse a conocer como miembros de la
orden se presentaban con cierto aire de santidad, visitando las cárceles,
atendiendo a los enfermos y a los pobres, haciendo profesión de haber
renunciado al mundo y llevando el sagrado nombre de Jesús, de Aquel que anduvo
haciendo bienes. Pero bajo esta fingida mansedumbre ocultaban a menudo
propósitos criminales y mortíferos.“
Es un principio fundamental de la
orden que el fin justifica los medios. Según dicho principio, la mentira, el
robo, el perjurio y el asesinato, no sólo eran perdonables, sino dignos de ser
alabados, siempre que servían los intereses de la iglesia. Con muy diversos
disfraces se introducían los jesuitas en los puestos del Estado, elevándose
hasta la categoría de consejeros de los reyes, y dirigiendo la política de las
naciones. Se hacían criados, para convertirse en espías de sus señores.
Establecían colegios para los hijos de príncipes y nobles, y escuelas para los
del pueblo; y los hijos de padres Protestantes eran inducidos a observar los ritos
romanistas. Toda la pompa exterior desplegada en el culto de la iglesia de Roma
se aplicaba a confundir la mente y ofuscar y embaucar la imaginación, para que
los hijos traicionaran aquella libertad por la cual sus padres habían sufrido
y derramado su sangre. Los jesuitas se esparcieron rápidamente por toda Europa
y doquiera iban, lograban reavivar el papismo. Para otorgarles más poder, se
expidió una bula papal, que restablecía la Inquisición. A pesar del odio general
que inspiraba aun en los países católicos, el terrible tribunal fue
restablecido por los gobernantes obedientes al papado; y muchas atrocidades
demasiado terribles para cometerse a la luz del día, volvieron a perpetrarse en
los secretos y oscuros calabozos católicos. En muchos países, miles y miles de
representantes de la flor y nata de la nación, de los más puros y nobles, de
las más inteligentes y cultas personas, de los pastores más piadosos y dedicados, de los
ciudadanos más patriotas e industriosos, de los más brillantes literatos, de
los artistas de más talento y de los artesanos más expertos, fueron asesinados
o se vieron obligados a huir a otras tierras.
Estos eran los medios de que se valía
Roma para apagar la luz de la Reforma Protestante, para privar de la Biblia a los hombres,
y para restaurar la ignorancia y la superstición de la Edad Media. Empero, debido a
la bendición de Dios y al esfuerzo de aquellos nobles hombres que Él había
suscitado para suceder a Martin Lutero, el Protestantismo no fue vencido. Esto no se
debió al favor ni a las armas de los príncipes. Los países más pequeños, las
naciones más humildes e insignificantes, fueron sus baluartes. La pequeña
Ginebra, a la que rodeaban poderosos enemigos que tramaban su destrucción;
Holanda en sus bancos de arena del Mar del Norte, que luchaba contra la tiranía
de España, el más grande y el más opulento de los reinos de aquel tiempo; la
glacial y estéril Suecia, esas fueron las que ganaron victorias para la
Reforma.“
Querido lector, Stalin, Hitler y otros dictadores
políticos, han sido acusados de la muerte de muchas personas, pero cuántos hombres saben, que todas las victimas reunidas de esos
dictadores juntos, no llegan a sumar ni la mitad de los millones de Cristianos, asesinados
oficialmente (contabilizados en registros), por el "santo" sistema
Romano-Católico, mediante la Inquisición papal, dirigida por los jesuitas y mayormente por los reyes españoles.
Estos
días, los jesuitas están al punto de entregar la humanidad sumisa y engañada,
en las manos de su amo: el papado romano. Esto va a conducir a una nueva Inquisición.
El
pensamiento o peor, la convicción de que esto no es posible en nuestra época,
se debe únicamente a la ignorancia y a la manipulación mediática.
Muy pronto,
cada persona individualmente va a probar por sí misma la "santidad"
del Romano-Catolicismo, cuando alguien tendrá la osadía de pensar o actuar en
contra de sus enseñanzas e imposiciones religioso-políticas.
claudio popa
burgos, españa
2013
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