miércoles, 6 de agosto de 2014

¿La Primera Guerra Mundial?




"Si no conocemos el pasado, no podemos entender el presente y no podemos prepararnos para el futuro."






          La Primera Guerra Mundial


El heredero al trono de Austro-Hungría, el Archiduque Francis Ferdinand y su esposa estaban en Sarajevo, el 26 de julio, 1914. Mientras iban por las calles llenas de gente en un carruaje abierto, comenzó un tiroteo y ambos resultaron muertos.

La gente de Sarajevo era predominantemente compuesta por serbios cuyas convicciones religiosas, en su mayoría, eran Cristianas Ortodoxas. Desde el año 1054, la iglesia católica había estado en guerra con los Cristianos Ortodoxos. Cincuenta años antes del asesinato del Archiduque, los croatas, quienes son católicos, habían comenzado a expresar abiertamente su odio hacia los serbios, quienes eran rivales de Roma, y tenían que ser exterminados.

El papa Pío X en su odio por los Cristianos Ortodoxos, continuamente incitaba al emperador Francis Joseph de Austro-Hungría a eliminar a los serbios. Después de lo que sucedió en Sarajevo el 26 de julio, 1914, el Barón Ritter, un representante de Bavaria al Vaticano, le escribió a su gobierno:
“El Papa aprueba el trato terrible que se le está dando a Serbia. Él no tiene muy buena opinión de los ejércitos de Rusia y de Francia en el caso de una guerra con Alemania. El Cardenal, Secretario de Estado, no veía que Austria pudiese hacer guerra si no decidiese hacerlo en ese momento...” Allí en sus colores reales, estaba el Vicario de Cristo (el Papa), el gentil apóstol de la paz, el santo pontífice, cuyos autores piadosos parecían haber muerto de tristeza al ver el surgimiento de la guerra.” (Edmund Paris. El Vaticano contra Europa, The Wickliffle Press. p. 14).
“Debe decirse específicamente que en el 1914, la iglesia Romano-Católica comenzó una serie de guerras diabólicas. Entonces el tributo de sangre que siempre ha logrado realizar, comenzó a convertirse en un torrente real.” (Ibid, p. 48).

Vemos entonces que el papa sabía que si Austria-Hungría destruía a los serbios, entonces los hermanos serbios ortodoxos cristianos de Rusia podrían entrar a la reyerta. Entonces, Alemania, Francia y otros se unirían y entonces comenzó la Primera Guerra Mundial. El Papado estaba gozoso de ver a Rusia entrar al conflicto. Rusia era predominantemente Ortodoxa y el Papado quería que los Ortodoxos cristianos en Rusia y alrededor del mundo fueran aniquilados.
Los Jesuitas del Papa tenían otra razón para estar contentos cuando Rusia entró al conflicto. Era hora de la venganza, cerca de 100 años antes de que la primera guerra comenzara, Alejandro 1ero, el emperador ruso sacó a los Jesuitas de Roma.
“El emperador ruso, Alejandro se vio precisado a promulgar un decreto real en el 1816, mediante el cual los Jesuitas serían expulsados de San Petesburgo y de Moscú. Siendo poco efectivo ese decreto, promulgó otro en el 1820, excluyéndolos totalmente de los territorios rusos.” (R.W. Thompson, Las Huellas de los Jesuitas, Hunt & Eaton, pp. 245, 246).

Cinco años después, Alejandro fue envenenado. Los Zares rusos estaban bajo ataque de parte de los Jesuitas.
Alejandro II rompió todos los lazos diplomáticos con Roma en el 1877 y hasta propuso una Constitución.
“Alejandro II había progresado muy bien con sus grandes reformas y le había estampado su firma a la Constitución que se había adoptado en Rusia. Al día siguiente de hacerlo, le arrojaron una bomba a su carruaje, y la misma mató e hirió a un número de cosacos que acompañaban al carruaje. El Emperador, en señal de profunda tristeza salió de su carruaje para ver los cuerpos de los hombres muertos, cuando una segunda bomba lo voló en pedazos.” (Amo Gaebelien, Conflict of the Ages, The Exhorters, p. 85).

Finalmente en 1917, el último Zar y toda su familia fueron asesinados. Nunca más un emperador odiado de la Casa de Romanoff gobernó en Rusia o protegió a la iglesia Ortodoxa. El tiempo de la venganza había llegado.
“La derrota del sistema de los Zares trajo como consecuencia inevitable la derrota de la iglesia Ortodoxa. Para el Vaticano, quien le había declarado la guerra a la Iglesia Ortodoxa desde el siglo 11, la caída de su rival milenario era demasiado buena para ser cierta.” (Avro Manhattan, The Vatican Billions, Chick Publications, pp. 120, 121).

¿Quién ayudó y financió a los revolucionarios rusos en su apoderamiento de Rusia? ¿Quién apoyó a Lenin, Trosky y a Stalin cuando crearon la revolución y el derramamiento de sangre en toda Rusia?
“Los instrumentos de esta nueva alianza entre los soviéticos y el Vaticano eran los jesuitas, descritos como los enemigos hereditarios de la iglesia Ortodoxa. Se había informado que había un gran número de representantes de la Orden Jesuita en Moscú durante la Revolución.” (James Zatko, Descend into Darkness, University of Notre Dame Press, p. 111).
Entre las 1,766,188 víctimas al comienzo del 1922, números obtenidos de los documentos soviéticos, casi 5,000 eran sacerdotes, monjas, maestros, etc. de la iglesia Ortodoxa. …alrededor de 100,000 Luteranos desaparecieron... poblaciones enteras han sido destruidas... miles de iglesias de diferentes denominaciones han sido demolidas y el trabajo de destrucción continúa...” (Arno Gaebelian, Conict of the Ages, The Exhorters, pp. 103-106).

Los que auspiciaron económicamente a los jesuitas en la Revolución, se encontraban en América.
“William Franklin Sands, el director del Banco de Reserva en Nueva York, había contribuido con un millón de dólares a los Bolcheviques.” (Anthony Sutton, Wall Street and the Bolchevique Revolution, Veritas Publishing, pp. 133-134).

Jacob Schiff, era el principal jesuita en América a quien se le asignó apoderase del sistema bancario en América y establecer una Reserva Federal.
“Jacob Schiff llegó a América al final del siglo 18 bajo las órdenes de los Rothschild de tomar control del sistema bancario Americano. Para finales del siglo, en el año 1900, Schiff tenía el control completo de la Fraternidad de Banqueros, en Wall Street.” (Myron Fagan, The Illuminati and the Council on Foreign Relations, Taped Lectura).

Ahora que Schiff tenía el control del Banco de Reserva Federal, tenía entonces una buena fuente de dinero para financiar la Revolución en Rusia.
En la publicación del periódico el New York Journal American, el nieto de Schiff, llamado John, fue citado por el periodista Cholla Knickerbocker como que había dicho de su abuelo:
“Él [Jacob Schiff n.t.] había dado como 20 millones de dólares para financiar el triunfo del Comunismo en Rusia.” (J. Edward Grifn, The Creature from Jekyll Island, American Opinion Publishing, p. 265).

En términos del valor de esa cantidad de dinero hoy día esa misma cantidad sería 420 millones de dólares, dinero que se le robó a la gente de los Estados Unidos a través de Banco de Reserva Federal.
Jacob Schiff estaba en control de la Fraternidad completa de banqueros y estaba financiando a un gobierno que apoyaba los principios que constituían una antítesis de la Constitución de los Estados Unidos. Schiff pretendía ser un capitalista americano. Vivía en América, pero su objetivo principal era el objetivo del Papa: la destrucción final de América.
Había otras metas que los Jesuitas pretendían lograr con la Primera Guerra Mundial.
“Todas las grandes naciones, incluyendo a los Estados Unidos, estaban agotados por la guerra, devastados y llorando a sus muertos. La paz era el gran deseo universal. Por tanto, cuando Woodrow Wilson propuso establecer la “Liga de las Naciones” para asegurar la paz; todas las grandes naciones entraron sin siquiera haberse detenido a leer las letras pequeñas que habían en dicha proposición.” (Myron Fagan, The Illuminati and the Council in Foreign Relations, Taped Lectura).

Después de la Primera Guerra Mundial se hizo un intento de establecer un gobierno de Mundial y se estableció la Liga de las Naciones. El Senador Henry Cabot Lodge Sr. detuvo la participación de los Estados Unidos en la Liga de las Naciones. El plan de los Jesuitas de crear un gobierno mundial desde el cual pudiesen controlar al mundo fue detenido sólo temporalmente. Esta parte del plan de los Jesuitas tuvo que hacerse esperar por 27 años antes de que se repitiese otra vez, cuando la Segunda Guerra Mundial culminó con la creación de las Naciones Unidas.
Antes de examinar cualquier otra razón por la cual el Papado se deleitara en la Primera Guerra Mundial, es importante mirar de cerca al Presidente Woodrow Wilson. Wilson era controlado y dominado por el Coronel Edward Mandell House. Wilson dijo:
El Señor House es mi segunda personalidad, mi ser independiente, sus pensamientos y los míos son uno sólo.” (Charles Seymour, The Intimate papers of Coronel House, Houghton Mifflin, vol. 1, pp. 114-115).
Durante siete largos años el Coronel House era el otro yo del Presidente Woodrow Wilson. …fue House quien hizo la selección del Gabinete, formuló las primeras políticas de la administración y prácticamente dirigió los asuntos de los Estados Unidos con el extranjero. Teníamos en vez de un presidente, dos. …Un súper Embajador hablaba con los Emperadores y los Reyes como iguales suyos. Él era el Generalísimo de la administración.” (George Viereck, The Strangest Friendship in History: Woodrow Wilson and Coronel House, Liveright Publishers, pp. 18, 19, 33).

Viereck dice en las páginas 106 a 108 que mientras Wilson estaba corriendo como candidato a reelección en el 1916 bajo la plataforma de “haberlos mantenido al margen de la guerra” House estaba negociando un acuerdo secreto con Inglaterra y Francia, en nombre de Woodrow Wilson, mediante el cual América entraría en la guerra justo después de las elecciones. House también estaba íntimamente relacionado con los centros de poder económico en Europa.
“House había dejado de relacionarse con ambos, J. P. Morgan y las familias banqueras de Europa.” (G. Edward Grifn, The Creature from Jekyll Island, AmericanOpinion Publishing, p. 239).

Edward Mandell House controlaba completamente a Woodrow Wilson. House era un Jesuita que llevaba a cabo todos los deseos de los Jesuitas. Él utilizó a Wilson como una
marioneta para crear la Liga de las Naciones para los Jesuitas. Wilson era sólo una herramienta de los Jesuitas para lograr sus propósitos.
Otra razón para que surgiera la Primera Guerra Mundial fue para vengarse de Alemania por su oposición al Papado y a los Jesuitas en los años 1860’s y 1870’s. Alemania era el lugar de nacimiento de los tan odiados Luteranos. Dos veces durante esta época el Cónsul Otto Von Bismarck dirigió a Alemania (conocida como Prusia) a obtener victorias militares sobre los países controlados por los Jesuitas; Austria en el 1866 y Francia en el 1870. Bismarck prohibió además la Orden Jesuita mediante una Ley llamada Kulturkampf en el 1862. Estos
“crímenes” contra Roma y los Jesuitas tenían que ser vengados. Por lo que, muchos miles de alemanes fueron asesinados en el baño de sangre de la Primera Guerra Mundial.
Alemania fue el país más afectado al final de la guerra. Las naciones victoriosas de Europa usaron el Tratado de Versalles para hacer que Alemania financiara la guerra. El Tratado impuso una carga tan injusta de reparaciones de guerra sobre Alemania que cuando el líder francés Clemenceau, fue entrevistado por la prensa en torno a qué le habían dado los líderes a través del Tratado a las naciones, él dijo: “Hemos garantizado que habrá otra guerra dentro de veinte años”. Los alemanes estuvieron de acuerdo con los términos porque estaban débiles y derrotados, pero reconstruyeron el país e intentaron pagarles a sus enemigos la deuda en la que habían incurrido después de la Primera Guerra Mundial. El pago lo fue la Segunda Guerra Mundial.
Después que terminó la Primera Guerra Mundial, los Jesuitas no obtuvieron lo que querían, Woodrow Wilson y Edward Mandell House se las arreglaron para conseguir la formación de Liga de las Naciones, pero fallaron miserablemente porque los Estados Unidos no se unieron. Por lo tanto, se requería otra guerra. Una guerra tan devastadora que la gente pidiese a gritos la creación de las Naciones Unidas.
Esta era una de las metas de la Segunda Guerra Mundial. Examinaremos estas y otras razones para que surgiera la Segunda Guerra Mundial en el próximo artículo.


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